La vida nunca deja de sorprenderte.
Es curioso: tras varios días visitando y contemplando lugares otrora conocidos, uno vuelve a casa con la impresión de haberlo hecho por primera vez. Y si regresara a los mismos emplazamientos, con las mismas manos benefactoras, la sensación volvería a ser idéntica.
Los años pasan y van envolviendo con una pátina de pesimismo el carácter de las personas, fruto, quizá, del desengaño, de la mezquindad que predomina en la cotidianidad. Por eso, toparse de bruces con la excelencia es una suprema alegría, un revitalizante que reconduce el espíritu al verdadero estado de las cosas.
No, no busques en lo exótico, no hace falta. La excelencia está mucho más cerca de lo que crees: sólo tienes que dejarte caer por alguno de los hermosos poljes de Teruel. Y luego dar gracias:
- Gracias a la Providencia por haberlos puesto ahí.
- Gracias al triunvirato mágico por haberlos puesto aquí.
Gracias.
PD: Dedicado a J. L. P. M., M. S. F. y M. V. L. T.
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