Admirar los tejos milenarios, emocionarse al volver a contemplar las aguas de la laguna de Urbión, sitio mágico y predilecto de mi tierra, bautizarse en ellas en un acto simbólico como agradecimiento a la Providencia.
En sitios así uno vuelve a encontrarse con la belleza de la vida, borrando de un plumazo la mezquindad predominante.